lunes, 22 de abril de 2013

Te decía...

Te decía en la carta
que juntar cuatro versos
no era tener el pasaporte a la felicidad
timbrado en el bolsillo,
y otras cosas más o menos serias
como dándote a entender
que desde antiguamente soy tu cómplice
cuando bajas a los arsenales de la noche
y pones toda tu alma
y la respiración
perfectamente controlada,
por mantener en pie tus rebeliones
tus milicias secretas
a costa de ese tiempo perdido
en comerte las uñas, en mantener a raya
tus palpitaciones,
en golpearte el pecho por los malos sueños,
y no sé cuántas cosas más
que, francamente, te gastan la salud
cuando en el fondo
sabes que estoy contigo
aunque no te vea
ni tome desayuno en tu mesa
ni mi cabeza amanezca en tu pecho
como un niño con frío,
y eso no necesita escribirse.

Gonzalo Rojas.

domingo, 21 de abril de 2013

todas las cosas ordenadas


hay mucha gente a la que le gustan las cosas ordenadas.

(no estás sola, Lirón :-)

viernes, 19 de abril de 2013

memento

la lectura enfebrecida del Austerlitz de Sebald
una calle de Córdoba
el cielo azul de una desolada mañana de marzo
cientos de luciérnagas en un bosque en Friburgo
un desayuno interminable en un camping francés
un mirlo cantando después de la lluvia
una cerveza en una terraza en Salzburgo
la bruma en una playa de Aquitania

domingo, 14 de abril de 2013

La flor en el corazón

Cuando abro la cartera
para enseñar el carné
para pagar algo
o para consultar el horario de trenes
te miro.

El polen de la flor
es más viejo que las montañas
Aravis es joven
para ser una montaña.


Los óvulos de la flor
seguirán desgranándose
cuando Aravis, ya vieja,
no sea más que una colina.

La flor en el corazón
de la cartera, la fuerza
de lo que vive en nosotros
sobrevive a la montaña.

Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos.

John Berger

viernes, 12 de abril de 2013

jueves, 11 de abril de 2013

domingo, 7 de abril de 2013

perplejidad

Me despierto en mitad de la noche, en mitad de un sueño.
Tardo un rato en saber quién soy.


miércoles, 3 de abril de 2013

  Más adelante, en la vida, confías en descansar un poco,
¿no? crees que te lo mereces. Yo sí, en todo caso.
Pero entonces empiezas a comprender que a la vida no
le incumbe recompensar el mérito.
  Además, cuando eres joven piensas que puedes
predecir los sufrimientos y la desolación que es
probable que te depare la edad. Te imaginas solo, divorciado,
viudo; los hijos se alejan de ti, los amigos se mueren.
Te imaginas la pérdida de tu posición, la pérdida del
deseo… y la capacidad de suscitarlo. Puedes ir más allá
y pensar en la muerte que se avecina y que, a pesar de
la compañía que puedas procurarte, hay que afrontarla
siempre solo. Pero esto es adelantarse. Lo que no haces
es anticiparte y luego imaginarte mirando hacia atrás
desde un punto futuro. Aprendiendo las nuevas emociones
que el tiempo trae. Descubriendo, por ejemplo, que a
medida que los testigos de tu vida disminuyen, hay
menos corroboración y, por consiguiente, menos certeza
de lo que eres o has sido. Aunque frecuentemente hayas
consignado cosas -en palabras, sonidos, imágenes-, tal
vez descubras que te has dedicado a tomar notas de
las cosas que no valía la pena anotar.

El sentido de un final, Julian Barnes.